Las fuerzas de Corea del Sur y Estados Unidos concluyeron esta semana una nueva ronda de maniobras militares conjuntas, con ejercicios navales, aéreos y de defensa antimisiles destinados, según Seúl, a reforzar la disuasión ante las amenazas nucleares de Corea del Norte.
Las autoridades militares de Corea del Sur describieron los entrenamientos como parte de su compromiso con la seguridad regional. Según el mando conjunto, los ejercicios permitieron mejorar la interoperabilidad, capacidades defensivas y preparación ante posibles amenazas.
Pero en Pyongyang, la reacción no se hizo esperar. La agencia oficial norcoreana calificó la maniobra como “una exposición sin filtro de la naturaleza hostil” y una “declaración intencional de confrontación hasta el final”.
Además, la hermana del líder norcoreano, Kim Yo‑jong, tachó los ejercicios como una “demostración imprudente de fuerza” y advirtió que podrían acarrear “consecuencias negativas” para los aliados.
Pyongyang anuncia “respuesta contundente”
El régimen norcoreano dejó en claro que no guarda silencio. Declaró que responderá con “medidas activas y abrumadoras” para defender su soberanía y seguridad nacional.
Asimismo, reiteró que percibe estos ejercicios como ensayos de invasión, lo que justifica su permanente fortalecimiento militar, incluyendo su programa nuclear.
Corea del Sur dependiente de EE.UU
Corea del Sur, por su parte, enfrenta un dilema: por un lado refuerza su alianza con EE. UU. para contener cualquier agresión; por otro, observa un recrudecimiento de la tensión en la península —con riesgo de incidentes graves. El presidente surcoreano, Lee Jae Myung, advirtió recientemente que la situación se ha vuelto “muy peligrosa”, y propuso retomar el diálogo con Pyongyang.
Estos ejercicios no son actos aislados, sino parte de una estrategia de defensa conjunta en una zona históricamente frágil. Corea del Norte, que mantiene un programa nuclear activo, interpreta cada simulacro como una amenaza directa.
Por su parte, Seúl insiste que los entrenamientos son defensivos, destinados a disuadir una posible agresión norcoreana, sin pretender ser una provocación ofensiva.
A la espera de cómo evolucione la tensión, la península coreana se encuentra bajo una nueva presión: cada movimiento militar, misiles probados por Pyongyang, diplomacia titubeante reaviva el riesgo de un conflicto que, tras décadas, sigue latente.
