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Hegseth is “the killer”… y no es una serie de Netflix

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein, Analista internacional

Cuando Donald Trump esbozaba la composición de su gabinete después de haber sido elegido y antes de asumir el cargo, tomó una decisión: los neoconservadores que tantos problemas le habían creado en su primera administración no tendrían cabida esta vez. Así, dejó fuera entre otros a Mike Pompeo, Mike Pence, Nikki Haley, John Bolton y Elliott Abrams que habían ocupado altos cargos durante su anterior gobierno.

Pero algo salió mal. Tras la última elección del senado, la cámara alta quedó constituida por 53 senadores republicanos, 45 demócratas y 2 independientes que suelen votar junto a los demócratas. Entre los 53 republicanos elegidos, cuatro de ellos Rick Scott y Ashley Moody pertenecientes a la mafia de Florida, Bernie Moreno, de origen colombiano, senador por Ohio y Ted Cruz de origen cubano, senador por Texas, a quienes se sumó posteriormente Lindsay Graham de Carolina del Sur, se identifican ideológicamente con la extrema derecha fascista agrupada en el sector neoconservador que integra la actual administración de Estados Unidos.

Aunque son una minoría, contaban con suficientes votos para definir los sufragios en el Senado. Se lo hicieron saber a Trump que los necesitaba para aprobar sus proyectos, por lo que tuvo que aceptar a regañadientes lo que le pidieran…y le pidieron el Departamento de Estado, donde ubicaron a uno de los suyos: Marco Rubio. A partir de ese momento, Trump vive chantajeado por este grupo. Muchas decisiones emanan de esa coacción a la que está sometido por el sector neoconservador de su gobierno. Y aparentemente, no puede hacer nada porque gracias a ellos no solo fue aprobado el gabinete, también el presupuesto y la “One Big Beautiful Bill Act” (OBBBA), ladenominada “ ley más hermosa del mundo”, un desatino que los senadores aprobaron para complacer al presidente.

Así, Trump logró que se aprobaran sus propuestas para ocupar los puestos en el gabinete. No obstante, en la votación para elegir al titular de lo que en ese momento era la secretaría de defensa y ahora de guerra, los resultados arrojaron un empate que debió ser dirimido con el voto favorable de J.D. Vance, vicepresidente de Estados Unidos.

De esta manera, Peter Brian Hegseth alias Pete asumió la máxima responsabilidad militar del país con el rechazo de la mitad de los senadores, incluyendo a tres republicanos. Los argumentos en contra se centraban en su falta de experiencia pero también en las acusaciones de violación expuestas por una mujer ante la justicia en 2017 que aparentemente se “solucionaron” tras un pago de dinero a cambio de silencio.

Hegseth, un oscuro personaje nacido hace 45 años en MinneapolisMinnesota y cuya “experiencia” anterior se limita a ser un presentador de televisión que se caracterizaba por sus opiniones ultra retrógradas y conservadoras en las que destacaban su abierta y pronunciada homofobia que parte de la consideración de que esa orientación sexual era una expresión ajena a la civilización occidental.  Hegseth declaraba que “el estilo de vida homosexual es anormal e inmoral”.

Por otra parte, su talante se observa a simple vista por su tatuaje de la “cruz de Jerusalén” símbolo de los cruzados que manifiestan el extremismo cristiano. Otro de sus tatuajes incluye las palabras “Deus Vult” que en latín significa «Dios lo quiere”, que fue un grito de guerra durante las Cruzadas, luego utilizado por los supremacistas blancos .

Hegseth ha escrito cuatro libros, en el primero hace una apología a las sociedades de los estados sureños que antes de la guerra de Secesión habían establecido al esclavismo como sustento de la economía. Así mismo, considera “que las mujeres nunca deberían haber obtenido el derecho al voto”. En su segundo libro, “American Crusade”publicado en 2020, escribió: “Al igual que los cruzados cristianos que repelieron a las hordas musulmanas en el siglo XII, los cruzados estadounidenses deberán mostrar el mismo valor contra los islamistas de hoy”.

Trump consideró que su breve paso por la Guardia Nacional del Ejército de Estados Unidos bastaba para ser designado como secretario de defensa   sin considerar que solo ascendió hasta el grado de capitán sin haber transitado por ningún curso de superación de oficiales, mucho menos uno de mando estratégico y/o estado mayor. ¿ Qué pensarán generales y almirantes con 35 años de servicio o más por ser mandados por un capitán? Alguien podría argüir que no sólo en las Fuerzas Armadas se obtiene experticia de nivel superior y es verdad, pero es que el referido capitán tampoco ha tenido práctica política alguna: fracasó como candidato a senador por su estado natal, lo cual lo obligó a recalar en la televisión como colaborador de Fox News, donde no se necesita mucha formación para conseguir trabajo. 

Al asumir su nuevo encargo, exponiendo muy rápidamente su inexperiencia para unaobligación de tanta responsabilidad, en connivencia con Marco Rubio, ha conducido su gestión en dos direcciones. Por una parte ha estado pugnando por una reorientación estratégica de la doctrina militar de su país, cambiando sus prioridades, de contrarrestar a China y Rusia -que es lo que una y otra vez han expresado los altos mandos militares del país en sus comparecencias ante distintas comisiones del Congreso- hacia la defensa contra amenazas internas y la situación en el hemisferio occidental. Según un experto consultado por el portal alemán Politico, el cambio «no parece estar en absoluto alineado con las posturas agresivas del presidente Trump hacia China».

La segunda orientación originada en la anterior es que el énfasis de la doctrina militar debe estar encaminada a proteger las fronteras de Estados Unidas amenazadas por elnarcotráfico y las migraciones, incluyendo en esta disposición la lucha contra estos “enemigos” internamente en el país.

Cada vez mayor cantidad de voces influyentes en Estados Unidos alertan sobre el riesgo que significaría la aplicación de esta doctrina. El periodista Tucker Carlson advirtió que, “en un futuro, Estados Unidos podría enfrentarse a una guerra civil”. Su argumento está sustentado en  las protestas contra el actuar del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y los disturbios del movimiento Antifa, designado por la Administración de Donald Trump como «organización terrorista». Hegseth y Rubio desean involucrar a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos a favor de Trump y los republicanos en este eventual conflicto. Así mismo, esta situación se manifiesta en la cada vez mayor resistencia de los gobernadores de aceptar la presencia militar en sus territorios, sin su autorización.

Otra faceta de la gestión de Hegseth es su manifiesta intención de “limpiar” el Pentágono de altos oficiales “vinculados al Partido Demócrata” o que hayan asumido las prácticas inclusivas adoptadas durante la administración Biden. En este marco, el secretario de Guerra (él cambió la denominación de esta instancia gubernamental que antes se llamaba secretaría de defensa) ha despedido o apartado de sus puestos a cuando menos dos docenas de oficiales de alto rango militar en los últimos diez meses. Así mismo, alrededor de una veintena de generales y almirantes han presentado su solicitud de retiro antes de cumplir su tiempo legal de servicio, entre ellos el almirante Alvin Hosley, jefe del comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. 

Muchos de estos almirantes y generales fueron expulsados sin apenas explicación, incluso contradiciendo el consejo de altos mandos que participaron junto a ellos en combate, según la denuncia presentada por algunos de sus colegas. Según sus declaraciones, estas acciones han creado un clima de «ansiedad y desconfianza», obligando a los altos mandos a tomar partido, y en ocasiones los ha enfrentado entre sí. 

Al mismo tiempo, revelan que el jefe del Pentágono ha retrasado o cancelado los ascensos de al menos cuatro altos oficiales porque anteriormente trabajaron para el general retirado Mark Milley, quien se desempeñó como jefe del Estado Mayor Conjunto hasta 2023.

En uno de los cambios más sonados, Trump designó un nuevo vicejefe del Estado Mayor del Ejército para reemplazar al general James Mingus , quien sirvió en el cargo menos de dos años. De igual manera, el presidente nominó al teniente general Christopher LaNeve para el cargo. No es una sorpresa que LaNeve actualmente se desempeñe como asesor del secretario de Hegseth, en su calidad oficial de Asistente Militar Superior del Secretario siendo uno de los militares más cercanos al él .

Este fue el contexto para que el martes 30 de septiembre, Hegseth, reuniera -por primera vez desde la 2da. Guerra Mundial- a más de 800 generales y almirantes en la base de los marines de Quantico, en Virginia, a unos 30 km. de Washington.

Lo inusual de la reunión no solo fue la convocatoria en sí misma, sino el objeto de esta. Se podría suponer que se trataba de debatir sobre los asuntos estratégicos de la situación político-militar en el mundo pero no fue así.  Más allá de que Trump se dirigiera a los oficiales antes de que Hegseth tomara la palabra y hablara de una “reunión muy bonita en la que se discutirán nuestros excelentes resultados en el ámbito militar, nuestra excelente forma [y] muchas cosas positivas”, la realidad fue otra.

El ambiente del cónclave no fue el mejor, muchos generales recelaron de los riesgos en materia de seguridad que entrañaba reunir en un mismo lugar a esa cantidad tan alta de oficiales cuando bastaba con hacer una videoconferencia utilizando programas informáticos internos de alta seguridad que permiten evitar desplazamientos que requieren importantes maniobras logísticas. De esta manera, se vulneró además el secreto que debería tener una reunión de este tipo.

En su discurso Hegseth, arremetió contra la ideología “woke”, que se habría desarrollado dentro del ejército bajo las administraciones anteriores. Entre las medidas adoptadas por el nuevo departamento de Guerra, Hegseth señaló que no permitiría las personas con sobrepeso, barbudos, militares con el pelo largo,emprendiéndola también contra las “expresiones individuales superficiales”. De igual manera, atacó a las mujeres, diciendo que no tendrían cabida en el combate e informó del regreso de los “combatientes incondicionales” que habrían huido del ejército bajo el anterior “departamento woke”. Prometió una reforma de los métodos de investigación de las denuncias por acoso e intimidación, declarando el “fin de los hombres que usan vestido”, de las políticas de equidad, diversidad e inclusión, prometiendo un nuevo ejército a imagen y semejanza de la administración MAGA.

Antes de la intervención de Hegseth, Trump había declarado que los grandes centros urbanos del país eran “lugares muy peligrosos [por lo que] los pondremos en orden uno por uno […] Será una tarea importante para algunas de las personas presentes en esta sala […] Es una guerra interna”, sentenció.

La reunión no pasará a la historia por su contenido sino por los rostros estupefactos de generales y almirantes mientras escuchaban los discursos de Trump y Hegseth y su diatriba sobre la gordura, las barbas, la homosexualidad en las fuerzas armadas y la necesidad de limitar la presencia de las mujeres en su interior.

Otra faceta de la gestión de Hegseth se manifiesta a través de los ataques sin precedentes contra los medios de comunicación involucrando tanto a reporteros concretos como a la industria en su sentido más amplio. Se señala que desde su llegada al Pentágono, algunos medios han sido expulsados de los espacios de trabajo compartidos. Asimismo, se limitó la autorización a los periodistas para circular por los pasillos del Pentágono y se han revocado las acreditaciones de prensa de algunoscorresponsales. 

Entre las periodistas duramente atacadas por Hegseth se encuentran Jennifer Griffin, reportera de Fox News con gran experiencia laboral en la cobertura de políticas del Pentágono y que ha sido objeto de declaraciones “ácidas” por parte del secretario en repetidas ocasiones. Así mismo, Courtney Kube corresponsal de NBC News en el Pentágono, quien suscribió coberturas sobre Hegseth en las que -según el New York Times- “figuró información poco agradable de su pasado, incluidos ciertos testimonios de un familiar sobre la actitud abusiva de Hegseth hacia su segunda esposa. Esa información salió a la luz cuando el Senado sopesaba su candidatura para titular de la cartera de Defensa. Poco después de tomar posesión, Hegseth ordenó expulsar a la reportera del Pentágono, instrucción que quedó sin cumplir al carecer de fundamento jurídico”.

En su actuación más reciente Hegseth habría ordenado asesinar a dos pescadores que sobrevivieron a un ataque tras ser acusados sin pruebas de ser narcotraficantes. El representante demócrata por Connecticut Jim Himes, calificó los ataques de “asesinatos ilegales” y “preocupantes”, y afirmó que el Congreso está recibiendo poca información de la administración de Trump. Himes, que es el miembro de mayor rango de la Comisión Permanente Selecta de Inteligencia de la Cámara de Representantes, reconoció, pero desestimó, un memorando sobre los ataques publicado por la Casa Blanca. Afirmó que: “Basándome en lo que sé ahora y en la lectura de ese memorando, [puedo afirmar que] estos son asesinatos ilegales”, y agregó: “Son asesinatos ilegales porque la idea de que Estados Unidos —y esto es lo que la administración dice que es su justificación— esté involucrado en un conflicto armado con cualquier narcotraficante venezolano, es absurda. No se sostendría ante ningún tribunal”.

En esta situación, se ha desatado una verdadera guerra interna en la que se ha comenzado a hablar de pérdida de la «confianza» depositada en Hegseth al entender que no cuenta con las suficientes habilidades para lidiar con situaciones de negociación de alto rango, según un artículo publicado el pasado el 21 de noviembre por Politico, que cita fuentes familiarizadas con el asunto. Esto ha llevado a un escalamiento de confrontación retórica al interior de MAGA. Una de sus más connotadas representantes, la activista de ultra derecha Laura Loomer. ha acusado a Driscoll de estar vinculado al partido Demócrata y de “planear un golpe de Estado contra Hegseth”.

Según Politico, la última visita a Kiev de altos funcionarios del Pentágono, con el secretario del Ejército de Estados Unidos Dan Driscoll a la cabeza, ilustraría la pérdida de credibilidad y de protagonismo de Hegseth.

Nadie sabe si Hegseth va a poder enfrentar la fuerte presión a la que está sometido. Hace algunas semanas, una fuente cercana al Pentágono afirmó que el secretario de Guerra de Estados Unidos. estaba tan nervioso que parecía «a punto de explotar».Hegseth, rodeado de uno de los aparatos de protección más grande y poderoso del mundo ha estado particularmente preocupado por su seguridad tras el asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk durante un evento público. 

Según un artículo publicado por el portal inglés Daily Mail el pasado 29 de septiembre, que cita a fuentes cercanas, el miedo de Hegseth “se refleja en un comportamiento errático frente a sus empleados”. Dos personas anónimas con información privilegiada del Pentágono indicaron a este medio que en las últimas semanas Hegseth ha lanzado diatribas, se enfurece con sus subordinados y está obsesionado con asuntos relacionados con su seguridad. Afirmaron que: «Tiene una cualidad maniaca. O, mejor dicho, una cualidad aún más maniaca, lo que ya es decir bastante», señaló una persona consultada, describiendo a Hegseth como visiblemente distraído e inquieto, que incluso se levanta y camina de un lado a otro durante las reuniones. 

Ahora, como el verdadero cobarde que es, no se ha hecho responsable de la orden de “mátenlos a todos” que sirvió para ordenar el asesinato de los pescadores en el Caribe,obligando al almirante  Frank M. Bradley,  comandante del Comando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos  a asumir todas las repercusiones por la emisión de dicha orden. Según el reporte del Washington Post: ”Bradley, entonces comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales , supervisó un ataque en el Caribe el 2 de septiembre de 2025, ordenado por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, contra un buque sospechoso de narcotráfico . El Post informó que Bradley ordenó un segundo ataque tras la identificación de dos supervivientes en la transmisión de un dron, siguiendo la directiva de Hegseth de no dejar sobrevivientes”

Habrá que ver las repercusiones que podría tener que almirantes con más de 35 años de servicio, ahora comandando portaviones y submarinos nucleares, destructores y cruceros, estén finalizando su carrera destruyendo pequeñas embarcaciones civiles y asesinando pacíficos pescadores. Así, también se podrá comprender porque se incrementan día a día los suicidios, la drogadicción y los traumas postbélicos en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Para esto también necesitan mantener funcionando el comercio de drogas contra el que tanto dicen luchar. Es parte del entramado funcional de esa sociedad decadente.

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