Desde el 11 de octubre, cuando comenzó la tregua para la Franja de Gaza, casi un centenar de personas han sido asesinadas, según el Ministerio de Salud del enclave. Más de 300 palestinos han resultado heridos por unos ataques que no cesan.
“Es una trampa que el mundo ha creído”, dicen los palestinos. Más de un millón de civiles permanecían confinados en el sur. Poco a poco y arriesgándolo todo han comenzado a desplazarse más al norte. El escenario es apocalíptico: escombros, hambre y olor a muerte. Alguna vez vivieron sin zozobra, pero regresar a eso es ahora idílico.

La violación del cese de hostilidades, por parte de la ocupación, también hace más difíciles las labores de recuperación de cuerpos bajo las tuinas y la remoción de escombros. Equipos de ambulancias y defensa civil no han logrado acceder por completo a múltiples zonas destruidas.
Gaza es un campo minado
Israel mantiene las restricciones para el ingreso de maquinaria pesada. Según el alcalde de la ciudad, Yahya al-Sarraj, se necesitan como mínimo 250 vehículos pesados y 1.000 toneladas de cemento para reconstruir solamente las redes de agua y construir pozos. El vital líquido es ahora fundamental para una Gaza sumida en un desastre humanitario.

Mientras tanto, decenas de miles de toneladas de bombas israelíes sin explotar amenazan vidas en toda la franja. Desminar Gaza tomará entre 20 y 30 años, reza un informe de Humanity & Inclusion, una organización humanitaria que la describe como un “horrible campo de minas sin cartografiar”.
Entierros dignos
El sionismo ha devuelto 90 cuerpos de palestinos que murieron en sus prisiones. Solo 36 han sido identificados “los cuerpos sin identificar se encuentran en un estado lamentable”, ha dicho Ismael al-Thawabta, el director General de la Oficina de Medios del Gobierno en Gaza.

360 cuerpos debían ser entregados, tras el acuerdo diseñado por Estados Unidos. “Mi hijo desapareció el 7 de octubre de 2023 y aún no sabemos nada de su paradero”, cuenta Hwaida Hamad. A diario llega al lugar de entrega con la esperanza de identificarlo entre los demás cuerpos, “no hay nada que nos ayude a identificarlo. Solo quiero abrazarlo y darle un entierro digno”.
Hoy, Israel mantiene el control de 58% del enclave asediado y los palestinos tienen prohibido cruzar la línea que las Fuerzas de Defensa de Israel describen como “amarilla”. Paradójicamente, equipos de la Cruz Roja internacional y los pocos rescatistas egipcios, que han recibido autorización de Tel Aviv para ayudar en las labores de rescates, pueden cruzar la línea del ocupante y rastrear restos de los cautivos israelíes que murieron, según Hamás, por los ataques de las FDI.

A la segregación que deben vivir los palestinos hasta después de la muerte, se le suma la amenaza de las cuatro milicias armadas por Israel (públicamente desde junio) para buscar debilitar la presencia de Hamás. Son grupos de civiles que, según la BBC, estaban inmersas en actividades delictivas e involucradas en los constantes saqueos de la ayuda humanitaria en el sur de la Franja. Las milicias han comenzado a ser una extensión del brazo de ejecución sionista.

