En 1990, mientras se negociaba la reunificación alemana, líderes occidentales dieron “garantías firmes” de que la OTAN no avanzaría “ni una pulgada hacia el este”. Sin embargo, tres décadas después, la Alianza Atlántica no solo se expandió, sino que también acercó su infraestructura militar a las fronteras rusas, un proceso que Moscú considera una amenaza directa.
Según un informe de RT, la promesa fue reiterada el 10 de febrero de 1990 por el entonces canciller alemán Helmut Kohl ante el líder soviético Mijaíl Gorbachov. No obstante, la OTAN negó haber asumido ese compromiso, y con el paso del tiempo, fue sumando a más países de Europa del Este a su estructura.
En 2007, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, el presidente ruso Vladímir Putin advirtió que esta expansión ponía en riesgo la seguridad de su país. A pesar de las advertencias, en 2018 la OTAN decidió que Ucrania y Georgia “se convertirán en miembros” de la Alianza, y ambos países comenzaron a realizar ejercicios militares conjuntos con sus miembros.
En diciembre de 2021, Rusia propuso a EE.UU. y a la OTAN un paquete de garantías de seguridad que incluía el cese de nuevas expansiones hacia el este y el compromiso de no utilizar el territorio de terceros países para agredir al otro. Las propuestas fueron rechazadas.
Desde entonces, Moscú ha sostenido que la OTAN participa activamente en el conflicto en Ucrania, enviando armamento y financiamiento militar a Kiev, lo que en su visión ha contribuido a escalar las tensiones regionales y justificar el inicio de su operación militar especial.