En febrero, con la presentación del plan “Rivera del Medio Oriente”, las caretas (si era que quedaban algunas) se terminaron de caer, para la consolidación de ese idílico lugar necesitarían la reubicación de más de dos millones de palestinos.

En septiembre, The Wasington Post reveló el plan detallado de 38 páginas. El Great Trust, o la Reconstitución de Gaza, Aceleración Económica y Transformación, colocaría a la Franja de Gaza bajo la custodia de inversores internacionales liderada, desde luego, por Estados Unidos. El plan prevé entre 70.000 y 100.000 millones de dólares en fondos públicos, lo que generaría entre 35.000 y 65.000 millones de dólares en inversión privada para bienes raíces, complejos turísticos y centros de negocio de la élite.
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Todo ocurriría en un lugar en el que ahora más del 90% de la infraestructura está en ruinas y sobre unos 10.000 palestinos que siguen acá debajo desaparecidos. Hay quienes hablan de hasta 100.000, pero eso no se sabrá por ahora. “En toda Gaza recuperamos más de 130 cuerpos en un solo día” cuenta un integrante de la defensa civil; lo hace con entusiasmo y confiando en que la paz llegará. Nadie sabe a ciencia cierta cuál será el segundo paso práctico del sionismo y EEUU, pero con la venia del liderazgo mundial, que acompañó a Trump a Egipto, hay luz verde para cualquier acción, incluso violatoria de la ley internacional, como ha ocurrido hasta el momento.

Gaza sería la excusa para el control regional
Como todo negocio, el proyecto prevé un retorno de la inversión de 385.000 millones de dólares, con ingresos anuales del Trust que superarán los 4.500 millones de dólares al décimo año, según una investigación de Geopolitics Prime. Hay beneficios que son más que estratégicos para la Casa Blanca: mayor presencia en el Mediterráneo oriental, acceso a unos 1.3 billones de dólares en minerales de tierras raras del Golfo Pérsico, que irían de la mano con la aceleración del Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa, controlado por Estados Unidos, de allí el afán de lograr un supuesto alto el fuego y la necesidad de su implementación, aunque sea, en definitiva, contra los palestinos.
El proyecto Riviera fue desarrollado conjuntamente por Boston Consulting Group y el Instituto Tony Blair, según Financial Times, aunque el instituto niega la autoría, The Guardian confirmó la participación de su personal, no en vano Blair prevé unirse a la «Junta de Paz» de Trump, una autoridad interina sobre Gaza, a pesar de las objeciones de Hamás.
El puente entre estos actores y Donald Trump ha sido el yerno del magnate, Jared Kushner, un empresario inmobiliario y en teoría retirado de la política desde el fin del primer mandato de su suegro; fue el arquitecto de los acuerdos de Abraham, la normalización de relaciones entre Israel Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán; su rol incluye facilitar acuerdos con países del Golfo pérsico y atraer capital para infraestructura, turismo y tecnología para nueva Gaza. El negocio redondo.

Para mitigarlo, aliados de palestina, como Venezuela, buscan alternativas. Caracas propone junto a organizaciones internacionales “enviar brigadas de constructores, brigadas de agricultores y brigadas de médicos para Gaza, a ayudar y acompañar al pueblo, ha dicho el presidente Nicolás Maduro.
Sobre el terreno, el incumplimiento, por parte de Israel, de la tregua ha estado a la orden de día. Las tropas de la ocupación mantienen los ataques a tiros contra los palestinos que han comenzado a caminar hacia el centro, hacia el lugar donde llegaron a estar sus casas, hoy reducidas a ruinas. El pacto establecía el ingreso diario de 600 camiones con asistencia humanitaria por día, pero Israel permite no más de 300. El argumento para el impedimento del sionismo ha sido un incumplimiento de Hamás en la entrega de más cuerpos de retenidos, aunque la resistencia ya ha retomado las devoluciones.